miércoles, 19 de marzo de 2014

Mi cuerpo y yo


Aún me tapo "la panza" para las fotos y me siento cómoda entre las obras de Botero.
Tengo trabajo por hacer.


Nunca he tenido una buena relación con mi cuerpo. De niña era rolliza, tenía cachetes grandes, de esos que les gusta apretar a los adultos.

Niña, como era, no tenía una verdadera conciencia sobre mi físico, hasta que mis compañeras se dieron a la tarea de destacar el hecho de que era más gruesa que ellas. Con la edad, esa diferencia se iba remarcando.

Tengo piernas y caderas anchas, gano peso rápido y me cuesta mucho perderlo. Además, adoro la comida. Eso fue un problema durante toda mi adolescencia, de nuevo, porque mis compañeras insistían en recalcarlo y porque yo misma estaba ya, a esas alturas, peleada con mi reflejo en el espejo.

Nadie de mi entorno me dijo nunca que yo era linda tal y como era. Que mi cuerpo era perfecto con sus propias proporciones, incluso con esas piernas y esas caderas que no importaba cuánto ejercicio o dietas hiciera, cuánto vomitara o cuánta hambre soportara, simplemente no se iban.

Recién a estas alturas de mi vida he hecho las paces con mi cuerpo. He aprendido a amarlo tal y como es. Sin embargo, veo con tristeza cómo el entorno en el que están creciendo nuestras hijas es aún más duro que el que me tocó a mí.

Las veo lidiar con ideales inalcanzables de delgadez, con modelos de belleza solo conseguidos a punta de capas y capas de maquillaje y herramientas de Photoshop. Con interminables sitios web donde les enseñan cómo matarse de hambre sin que los padres se den cuenta.

Escribo estas líneas porque quiero que mis hijas, que las hijas ajenas que puedan llegar a leerme, entiendan que todo eso es falso, es más que falso. Que lo único real son ellas con su propio cuerpo, con su salud y su bienestar. Que son responsables de alimentarse bien y cuidarse para estar, precisamente, saludables, y no para parecerse a un falso esquema de perfección.

Quiero que se vean al espejo y comiencen a quererse. Veánse cada día y busquen algo diferente que les guste de sí mismas. Enamórense de lo que ven. Ese es su cuerpo, perfecto en su forma diferente y única, porque, gracias a Dios, no existen dos iguales.

Ojalá puedan ver lo maravillosas que son, y logren hacerlo ya, y no esperar a llegar a sus 30, como me pasó a mí, para verse con mejores ojos y aceptarse.

Aliméntense bien, manténganse activas, busquen su bienestar, no la aceptación de otros. Sé que esto es duro en un mundo donde "¿verdad que perdiste peso? " se considera un halago, pero "te ves más gordita" es un terrible insulto, pero vale la pena intentarlo. Les aseguro que cada pequeño avance en el amor a sí mismas les traerá satisfacción y paz.

Madres, nosotras tenemos una gran responsabilidad. Amémonos, no nos critiquemos en frente de nuestras hijas. ¿Cómo enseñarles a aceptarse y a quererse si nosotras mismas nos odiamos y criticamos frente a ellas? Les dejo a ustedes, también, el desafío de enamorarse de sus cuerpos, y enseñar a sus hijas, con el ejemplo, a hacerlo.


1 comentario:

  1. Sufri de pequena las burlas de mis primas por mi cuerpo y altura a diferencia, mi madre a los nueve anios me dijo:ud es hermosa y yo la amo no importa lo que el mundo diga y hasta la fecha guardo esas palabras y se las repito a mi hija, por salud debemos cuidarnos. La opinion de los demas la callamos siendo felices tal cual somos.

    ResponderEliminar

Dinos lo que salga de tu corazón de madre, de padre o de hijo...