domingo, 4 de septiembre de 2011

El hombre grande

Post reciclado de Un Raro Dúo (15 de agosto 2009)


















Benjamín llegó sin ser anunciado. Durante los primeros cinco meses del embarazo me la pasé llorando, pensando cómo iba a poder con otro hijo más, saliendo de trabajar todos los días casi a las ocho de la noche… Cómo iba a repartir el poco tiempo que me quedaba con una personita más, de dónde iba a sacar otro brazo para abrazar, otra mano para agarrar…

Pero cuando llegó era una cosa de casi nueve libras, chatito y con rosquillas por todos lados, tan grande y maravilloso que se me olvidaron todas las penas.

Lo de que llegó sin ser anunciado lo digo porque el plan original era tener solo dos hijos. Para mí allí había terminado la cosa. Pero a Benjamín "lo pidió Nicky". De verdad, lo pidió… Una noche cuando dormía con él, apenas de tres años, miraba hacia arriba y movía los labios como hablando con alguien…

– ¿Con quién hablás? Le dije
– Con jesucito, contestó Nicky
– ¿Y qué le decís?
– Le estoy pidiendo un hermanito, que se va a llamar Carlitos*

Eso fue a finales de noviembre. En enero yo ya estaba embarazada… El 30 de septiembre el Dr. Carías lo chineaba frente a la luz de la ventana viéndolo como si fuera obra suya… ¡Chis, ve! Si él solo lo sacó.

Le debemos mucho a Nicky con esa petición, porque la verdad es que Benjamín es un ser especial, tiene una manera de sonreír apretando los ojos y de iluminar cada lugar a donde entra, tiene una manera de ser querido por toda la gente, porque abraza poniendo la cabecita en el hombro, con una dulzura inusual. Tiene una manera de mirarme, de decirme “te amo” poniendo su manita en mi cara como “enamoradito”…

El año anterior aprendió a leer en la escuela. Ayer empezó el primer grado. Y uno, simple adulto, mortal y sin gracia, no puede ni siquiera imaginar la importancia, la trascendencia, la relevancia que tienen las cosas para un niño de casi siete años… Como usar pantalón largo por primera vez en la escuela. O usar cincho, por ejemplo. Es decir, para mí era comprar el pantalón, medírselo y hacerle ruedo. Para él era un momento histórico, digamos.

Pasó contando los días desde el domingo, preguntándome a diario “¿Cuántos días faltan para ir a la escuela?”. El jueves se acostó a las ocho y media. El viernes se levantó a las cinco en punto. Se bañó, se puso su uniforme nuevo… ¡Con pantalón largo! Se echó su perfumito Tous, se lavó los dientes y peinó con camino en medio a lo Masferrer y me pidió el cincho… Yo no había comprado cincho**. Si la camisa va por fuera, para qué van a llevar cincho… Pensé… Pero él no había pensado así, para él era su entrada al mundo de los hombres grandes, así que le quitó el suyo a Nicky, pero éste se quejó y finalmente Neal le terminó arreglando uno viejito de él…

Y allí iba. Bajando las gradas delante de mí. El hombre grande. Diciendo en vos alta, pero como para sí mismo, “Ya voy a primer grado”***.

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* Carlitos solo fue una de los tantos nombres que tuvo Benjamín. Miguel, que se echó todo mi embarazo en Apex, lo llamó Benjamín Anacleto y no me acuerdo cuántos otros más. Nicky lo quería llamar Tarzán López, no me pregunten de dónde sacó eso...

** Para mí el cincho es un símbolo de "apretasón", como de represión para el cuerpo y la libertad de movimiento.
Mis hijos no usan cincho y no tienen a menos que sea necesario. Como los años anteriores que sí tenían que llevarlo, porque la camisa se usaba por dentro.

*** Todavía hoy lo sigue repitiendo en voz baja. Le pregunto que por qué le entusiasma tanto el primer grado, dice que porque es chiquito... Yo creo que quiere decir lo contrario, porque ya no es chiquito... Vaya usté a saber qué pasa por la cabeza de un niño de casi siete años...

viernes, 2 de septiembre de 2011

Quien oye consejos llega a viejo


Es un dicho de mi abuelo, inolvidable. Ambos.

A este día hemos recorrido la vida y seguimos aprendiendo, entre otras cosas, a educar hijos, a relacionarnos en el trabajo, a comprender al esposo, a escuchar a nuestras madres, y así muchas cosas más.

Nadie quiere que su hijo sufra, menos por amor y aconsejamos y aconsejamos, pero nada sucede, los chicos siempre hacen lo que les dice su corazón… y qué podemos hacer … si así aprendimos nosotros, llorando, cayéndonos, levantándonos, volviéndonos a enamorar.

…Y en eso me di cuenta que mi hijo no tenía hambre, bajó de peso, no dormía y de repente lloraba.

Traté con mis consejos de ahorrarle 25 años de experiencia en la materia… pero me di cuenta que por más consejo que le di… debía pasar por ese camino, debía enamorarse y conocer el desamor.

Aprendí una vez más, que a pesar que queremos cuidarles el corazón, no podemos con nuestros consejos negarles la oportunidad de vivir.

Y aprendí además que en ese momento cuando tienen partido el corazón, debemos escuchar, dar un beso y abrazar, no aconsejar, y menos decir “te lo dije”.