miércoles, 9 de mayo de 2012

Gajes del oficio - Niño empanizado


Llamémoslo mi segundo hijo (para proteger su identidad), desde que nació fue un niño tranquilo, no molestaba de noche, ni de día, Yo lo podía dejar horas en la cuna y él solito buscaba en qué entretenerse.

La única vez que le agarro de llorar fue porque tenía una infección horrible de riñones, de ahí? Era una dulzura.

Una madrugada lo oi quejarse, pero estaba tan cansada que espere a ver y si no seguía, no me iba a levantar, se quejo una o dos veces más y esperé.

Nunca hacía eso, pero como solo eran como grititos, no me alarmó. Se durmió y me dormí. Han de haber sido como las dos de la madrugada y él tenía como ocho meses.

A las seis me levanté y lo oí como todas las mañanas balbuceando y cantando, preparé el desayuno, ordené un poco y de repente llega Jorge (3 años) y me dice “hoy si vas a tener que castigar a mi manito”, entro al cuarto y veo la cuna, la ropa y a mi segundo hijo, completamente embarrados de caca.

Tenía más o menos cuatro horas de estar así, era una pestilencia enorme y él, tan lindo como siempre, tranquilito, con todo el cuerpo y la cara enbarrados de aquella plasta café seca, se chupaba el dedito gordo, que rea lo único que tenia color de piel.


SIENDO MAMA

Hace 16 años...

Cuando mi primer hijo nació, Yo tenía escasamente veinte años. Pasé casi 6 horas luchando en el parto, mi mamá no quería una cesárea, pues una mujer que no tiene al hijo con dolor, no es mujer. Pero para ser sincera, la salida no ha de ser nada, contra seis horas de contracciones.

“Ni el niño ni ella aguantan” le dijo finalmente la Doctora de Amaya a mi mamá, “Si no se hace cesarea él se va a ahogar” y me hicieron la cesárea (muy bien hecha y muy estética, por cierto)

Cuando al fin logré despertar, no sentía ese nudo de amor, que una debería sentir por un hijo y fue raro, si estaba contenta y lo revisé, que tuviera cada parte completa y no le faltara nada y ahí estaban mi mamá y la suegra de mi hermano (quien fue como otra mamá para mí) peleándose las atenciones del crío.

Con los días y a pesar del dolor y el malestar, fue llegando esa sensación, poco a poco, de que algo mas importante que una misma, ha arribado. No porque se haya cargado por nueve meses, no porque haya “dolido” como creen los ignorantes, al hijo tambien se le aprende a querer, porque está ahí, porque depende de nosotros, porque es un ser tan indefenso y vamos creciendo con él. No importa si salió de dentro de nosotros o no.

Y como Yo quería una niña, mi hijo se vistió de rosado casi tres meses.

Con mi segundo hijo, dos años después, la cesárea era programada, lo último que recuerdo es a mi primogénito yéndose con su abuela paterna, recuerdo que se me quebró el corazón, mientras lo veia caminar y voltearse a decirme adiós, desde ese día ya no seríamos nosotros dos, ni las atenciones serían para él.

Dos días después lo llevaron al hospital, los ojos grandes que tiene, le brillaban y se reía, así como aún lo hace hoy, quería ver a su manito…Era un día de la madre y hoy que recuerdo, no me acordé de felicitar ese día a mi suegra, quien me enseñó la mitad de lo que soy.

Mi segundo hijo aprendió a hablar a los diez meses, a los once meses ya no tomaba pacha, ni usaba daiper. A los once meses nació su hermanito, para su mala suerte con peso excesivamente bajo y prematuro tres.

Asi es que mi segundo hijo, el “sanduwich” por que le toca en medio, no solo sabía ir al baño, tomaba en vaso y usaba calzoncito, si no que también ayudaba con su hermanito. Varias veces en lo que Yo corría con la pacha (porque nunca les di pecho) él se las había ingeniado, sacaba la pacha de la madrugada y se la metía al otro bichito, Yo lo encontraba empinado metiéndole leche arruinada al otro…

Así es que de 23 años, Yo era mamá de tres y jugaba con ellos, salíamos juntos a pasear, veíamos las mismas series y las mismas caricaturas, me dieron batalla: Botaron la puerta de la sala, cortaron el cable del TV mientras estaba encendido, me pintaron la ropa, desarmaban todo…se hicieron adolescentes y veíamos las mismas series, las mismas caricaturas, los mismos programas musicales, me contaban todo! Tanto que a veces hablaban tanto que ya ni los escuchaba!

Yo crecí siendo mamá y es lo mas grande que he hecho en la vida. Eduqué hijos para que fueran triunfadores: Porque uno triunfa si es feliz. Todo lo demás es adicional. Y cuando se empezaron a ir, como las arañitas de Charlotte, me fue quedando un hueco grande.