martes, 22 de noviembre de 2011

Grandes recompensas de la vida.

Ayer fue un día horrible. Bastante preocupada por que el brazo izquierdo se me dormía, ciertos dolores extraños y desconocidos, presión en los oídos y cosas así; me fui corriendo donde el doctor. Al final, la misma historia de siempre: echémosle la culpa al stress, a los horarios de salida, al café, al cigarro, a las campañas publicitarias que nunca terminan... Aparte de algunos antibióticos para el oído y otros medicamentos para una colitis que ni siquiera es principiante, me quería prescribir unos calmantes. No, no, no y no, le dije. Los químicos y yo no nos llevamos bien. Tomo solo lo que es necesario. Y cuando digo "necesario" ni siquiera las gripes van incluidas.

El punto es que después de ese día horrible, que además me tocó estar en el carro más de una hora al regreso en trabazones por la Zona Rosa, Multiplaza y Merliot; llego a la casa y, iluminada por la luz de la lámpara de mi mesa de noche, me encuentro esto:



Díganme: ¿no merece la pena vivir por cosas como estas?

Al final, se olvidan todos los dolores, las preocupaciones, los líos; por una sonrisa tan dulce, una mirada tan sincera, un amor tan verdadero

lunes, 21 de noviembre de 2011

¿Y si yo lo único que quisiera es que mis hijos sean los más felices?

Eso me preguntaba hoy mientras forraba los libros de Benjamín: 10 libros de texto y 3 novelitas cortas para un niño de segundo grado. El libro de Gramática, por ejemplo, tiene 266 paginas; el de Math, 314.

¿Serán necesarias esas 314 páginas para que un niño llegue a ser todo lo que tiene que ser?

Porque, miren... Yo siempre lleve las mejores notas en primaria y secundaria. Pero para mí todo lo demás era bien difícil: no sabía cómo hablarle a los niños, no sabia de que hablarles, no era sociable, ni divertida, ni popular; crecía en medio de seis hermanos con los que no se podía hablar y dos papás... que mucho menos. Era una persona sola y ensimismada -¿enmimismada?- Las buenas notas y todo el conocimiento no me sirvieron para ser feliz.

Yo me pregunto: ¿y si en lugar de 266 páginas de Gramática, Benjamín tuviera una maestra que le enseñe lo divertido de las palabras? Una maestra que le enseñe que juntando las palabras se puede llegar a decir lo que uno siente, una maestra que le enseñe que hay palabras que suenan lindo, como libélula, malaquita, escaramuza, pintalabios, azul...

Cirrocúmulo.

A mí de verdad me gustaría que el Sistema Educativo Nacional -Mundial-Universal- fuera capaz de decirle a la Mandy: mira niña ya olvidate del Algebra y esas cosas; vos tenes facilidad con el lenguaje y la música, nos vamos a enfocar en esos aspectos... Y sí, de verdad, soña con ir a Juilliard cuando salgas de bachillerato.

Y así...

La verdad es que preferiría que les enseñen a mis hijos a ser felices, soñando en lo que quieren o pueden ser; no que los tengan frustrados diez meses porque no entienden las Matemáticas...

domingo, 13 de noviembre de 2011

LAS DOS MUJERES EN EL ESPEJO


Uno de los primeros recuerdos que guardo de mi madre, es ella parada frente a mí, yo subida en el tocador envuelta en una toalla y ambas reflejadas en aquel gran espejo redondo. Yo habré tenido 4 años, entonces.
Le pedí que me jurara que nunca iba a morir,  ella me contestó, que no podía prometerlo, porque no lo cumpliría, fue la primera decepción, que me cargó mi madre.
La recuerdo también junto a mí, durante los largos meses que luchamos contra esa infección horrible que sufrí  en los riñones, en ese época, también. Los riñones no me funcionaban, las fiebres me consumían y el solo sentirla cerca, más que los medicamentos, me hacia soportar la tortura.
Luego crecí y encontré en esa mujer tan indispensable, para mí, a una extraña, a una madre distante, que se ocupaba más de su trabajo, de sus amigas, que de su hija. No porque no estuviera ahí, en presencia, si no porque mi madre nunca tuvo la capacidad de escucharme.
Crecí y dejé de ver reflejada su figura, junto a mí,  en el espejo. Siempre fui traviesa, rebelde y revoltosa y esas cualidades, siempre me metieron en problemas. Pero no importa cuánto Yo haya penado, por ser quien era, mi madre no se daba cuenta o lo hacía y no respondía.
Más tarde, mis dos metas en la vida eran complacerla o torturarla. Todos los sucesos que se comparten con una madre, se fueron sucediendo unos a otros, pero ella, no me veía. Estaba para sus amigas, su ahijada, sus ex compañeras, pero no para mí (y léase bien, no he dicho hermanos, ni hermana).
Mi madre estuvo ahí siempre, para exigirme, para disciplinarme, para reprocharme, pero no junto a mí, como antes.
Mi madre murió, un día sin que Yo pudiera despedirme. Recordé el día en que nos vimos por última vez. Luego recordé los últimos días de la madre, cinco veces, que la tuve solo para mí. Recordé cada vez, cuando fui a buscarla para hablarle de mis penas y siempre parecía escucharme, pero al final, no decía nada, solo me comentaba algo mas, sobre cualquier cosa.
Ella se fue a Canada, cuando Yo era ya una mujer, casada y con hijos. Cuando regresó, ella era otra persona. Talvez encontró en ese mismo espejo, su figura reflejada, pero ahora en mí y mis hijos.  Y recordó. A pesar que nunca se recuperó todo el tiempo pasado, escribimos otro tiempo, ella y Yo, en  veinte años más.
Cuando vi a esa mujer, que ya no era mi madre, tan quieta y serena en la cama, pálida toda ella, sin pintarse la boca, sin su sonrisa tan hermosa. Media parte de mi, se quebró con ella. Vino a mi mente cuando me telefoneaba para contarme del pájaro que brincaba en su jardín, las quejas sobre el jardinero, la vecina y las últimas de la telenovela…
…Ese día, me sentía tan triste, me quería ahí con ella,  pero hace meses se había ido ya, abrí el closet y me envolví en su suéter, aún podía sentir su aroma, parecía que la pena me iba a tragar, me recosté y de repente,  era ella que me abrazaba, como cuando Yo era pequeña. Me envolvió en paz y calma y recordé las peleas, sus injusticias y entendí, cómo cada uno de esos eventos, me hizo quien soy. A su manera, me escuchaba, mientras me moldeaba, como un artista, así solo en silencio, sin decir nada, me ensenaba a enfrentar la vida.

sábado, 5 de noviembre de 2011


"Los Reptantes"

Mis hijos tenian una super sensibilidad, para las cosas bizarras y espantosas, cuando estaban pequeños. Tiburcio, el mayor, jugaba con mi hermana mayor y pedía incluirla en algunos juegos cuando ella no se incorporaba y habría sido de lo más natural, si Marymelines aun hubiera pertenecido a este mundo.

Ella misma, tuvo una gran historia en los caminos del mas alla, mientras anduvo por aquí…Bueno, la cosa es que Tiburcio y Timoteo (mis hijos mayores de 3 y  anios), siempre estaban viendo y oyendo cosas raras; una vez se apareció caminando por los pasillos de nuestra casa nada mas y nada menos que Salvador Dali, vistiendo todo de rojo (según lo describieron).

Un dia escuche a Tiburcio jugando solo, mientras tarareaba una tonada que decía algo como “Los reptantes se alimentan del lecho de su madre”…Madre Santa!!, me flaquearon las piernas y se me erizo desde las uñas de los pies, hasta la punta del pelo.

Y tampoco es para menos si me ponía a pensar que Tiburcio pinto toda mi ropa, dibujaba a la familia completa (Incluyendo chuchos, tortugas, etc.) y al final todos quedaban intactos, pero a mi, me tachaba por completo…

Le pregunte de donde había sacado semejante cosa y me dijo que la “senio” les había dicho 
–Y porque habría de decirte eso?... –Porque Yo le pregunte…Me contesto, con esos ojitos tan expresivos y brillantes, que daban miedo. Y pensé en esas dos maestras raras…

Pase días cerrando mi puerta con llave por las noches, esperando que en cualquier momento esas dos brujas entrarian, niños adjunto, a buscarme a mi lecho…Se oían todo tipo de ruidos por las noches, como siempre…

Hasta al chucho una noche le agarro por ladrarle a nada, cogote parado e histérico y solo la Julia (la nana) y Timoteo se animaban a ir en busca de lo que el perro perseguía. Me sentí segura con las rondas del sereno, hasta el dia que me di cuenta, que había muerto hacía unos anos, en la entrada del pasaje.

Creo que ya las ojeras me llegaban a los pies, la mañana que Tiburcio me gritaba –Mama!! Mama!!! Y me acerque a donde veía televisión, me señalaba el televisor y me decia –LA CANCION DE LOS REPTANTES!!!!...La carne se me puso de gallina.

Era un comercial del Ministerio de Salud, cantaban una canción pegajosa que decía: “Para tus hijos solo leche materna (la la la), lo mejor para los “lactantes” es alimentarlos con el pecho materno”…