Amamantar a un bebé es un vínculo físico-emocional fuerte, imposible de describir con palabras.
Hacerlo diariamente por dos años, aunque la frecuencia haya ido disminuyendo con el paso del tiempo, es aun más sólido, difícil de romper.
Dado el problema logístico que tuve para la lactancia en mi primer parto, en el que sufrí de mastitis 4 veces, agrietamientos, sangre, dolor y un gran trauma, quería que esta vez fuera diferente, vivir la experiencia de forma alegre, como se suponía que debe ser.
Y así fue.
Gaby parece haber nacido “corregida y aumentada” como dicen, porque para cada cosa que sentimos que podría ser problemático, siempre “le llega su tiempo” y ya, el cambio/evolución está ahí sin menor esfuerzo.
Durante las primeras 12 semanas que estuve con ella en casa mi rutina era pecho durante el dia y fórmula en la noche. Eso permitió que mi piel se recuperara y no tuve tantos problemas de agrietamiento. Eso y que mi doctora particular sí sabía, no como la anterior, y me recomendó una crema de manzanilla desde el inicio. Aun así a sus 12 dias la princesa se hizo vampiro y se enfermó de la pancita porque ingirió piel y agregados.
Me quité la pena de hacerlo en público y era una gran cosa poder, en cualquier lugar, si la nena quería comer hacerlo sin preocuparme de no haber llevado una pacha para preparar.
Cuando regresé a trabajar continué temparno en la mañana, mediodia y para dormir por 3 meses, que luego se extendieron a 5. Para entonces la nena tenía 8 meses.
Quitamos la del mediodia porque ya no podía ir a la casa y mantuvimos mañana y noche. Y claro, los fines de semana todo lo que quisiera.
Mientras más crecía, más lindo se volvía ver sus ojos mirándome, sus manitas tocándome y sentirla dormirse en mis brazos. Estaba más consciente de lo que hacía y lo disfrutaba. Cuando empezó a hablar, “leshe” fue de sus primeras palabras y lo distinguía de “pacha”.
Cambiamos horarios y la toma de la mañana desapareció al primer año.
Quedaron solo las noches. Un rito diario, dormirse tomando pecho.
Me empezaron a decir que ya, que era suficiente, que no debía darle más porque ya no tenía valor nutritivo y había que “desapegarla”.
Más o menos en octubre del año pasado se presentó la situación de que yo debía tomar medicamentos por un largo plazo, medicamentos que se transmitían por la leche y le harían mal. Era una de dos: dejar de darle pecho a los 19 meses o no tomar los medicamentos. Elegí lo segundo. Al fin de cuentas, no era una situación de vida o muerte y encima había sido causada por factores externos. Era más lógico eliminar esos factores externos que privar a mi pequeña de su momento favorito.
En mi mente siempre estuvo desde su nacimento, la meta de los 2 años. Lactancia extendida le llaman.
Pero cada día que pasaba, ella exigía con más fuerza su “leshe” y no sabía cómo hacer para quitársela sin trauma.
En febrero tuve otra cita, de esas que el ISSS te da a los meses. Insistieron en que necesitaba los medicamentos y la Dra, mujer al fin, me dio un plazo para que terminara con la lactancia. Me dejó nueva cita para abril. “2 meses tiene que ser suficiente, hasta demasiado quizá, pero tiene que hacerlo en ese plazo” me dijo.
El 1 de marzo Gaby cumplió dos años.
Me llegó la noche y pidió leche. Con todo el dolor de mi corazón, le dije “no hay, se acabó” Me jalaba la blusa, como diciendo “si ahí está”. Pasó casi una hora, entre llanto e inquietud, para que se quedara dormida sin el pecho.
Cada dia hice lo mismo, diciéndole que ya se había acabado. Tenía miedo de que llorara cada noche, no sabía si yo lo iba a poder soportar e iba a ceder.
Mágicamente, un dia dejó de pedirlo, abrazó su almohada, me abrazó a mí y se durmió.
El dia siguiente repitió el proceso, en lugar de pedir leche, me abrazó para quedarse dormida.
Van 20 dias desde entonces y no ha vuelto a pedir.
Ella es simplemente perfecta. Hace todo a su tiempo.
Vaya, me quedé sin excusa para la tal cerveza/vino/soda #Plop
PD: se rompió la dependencia de la leche, pero no ha dejado de salir corriendo a abrazarse a mi pierna cada vez que vuelvo a casa. Quizá sí sea cierto que la lactancia forma vínculos irrompibles a largo plazo.
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