Llamémoslo mi segundo hijo (para
proteger su identidad), desde que nació fue un niño tranquilo, no molestaba de
noche, ni de día, Yo lo podía dejar horas en la cuna y él solito buscaba en qué
entretenerse.
La única vez que le agarro de
llorar fue porque tenía una infección horrible de riñones, de ahí? Era una
dulzura.
Una madrugada lo oi quejarse,
pero estaba tan cansada que espere a ver y si no seguía, no me iba a levantar,
se quejo una o dos veces más y esperé.
Nunca hacía eso, pero como solo
eran como grititos, no me alarmó. Se durmió y me dormí. Han de haber sido como
las dos de la madrugada y él tenía como ocho meses.
A las seis me levanté y lo oí
como todas las mañanas balbuceando y cantando, preparé el desayuno, ordené un
poco y de repente llega Jorge (3 años) y me dice “hoy si vas a tener que
castigar a mi manito”, entro al cuarto y veo la cuna, la ropa y a mi segundo
hijo, completamente embarrados de caca.
Tenía más o menos cuatro horas de
estar así, era una pestilencia enorme y él, tan lindo como siempre,
tranquilito, con todo el cuerpo y la cara enbarrados de aquella plasta café
seca, se chupaba el dedito gordo, que rea lo único que tenia color de piel.
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