Cuando mi primer hijo nació, Yo
tenía escasamente veinte años. Pasé casi 6 horas luchando en el parto, mi mamá
no quería una cesárea, pues una mujer que no tiene al hijo con dolor, no es
mujer. Pero para ser sincera, la salida no ha de ser nada, contra seis horas de
contracciones.
“Ni el niño ni ella aguantan” le
dijo finalmente la Doctora
de Amaya a mi mamá, “Si no se hace cesarea él se va a ahogar” y me hicieron la
cesárea (muy bien hecha y muy estética, por cierto)
Cuando al fin logré despertar, no
sentía ese nudo de amor, que una debería sentir por un hijo y fue raro, si
estaba contenta y lo revisé, que tuviera cada parte completa y no le faltara
nada y ahí estaban mi mamá y la suegra de mi hermano (quien fue como otra mamá
para mí) peleándose las atenciones del crío.
Con los días y a pesar del dolor
y el malestar, fue llegando esa sensación, poco a poco, de que algo mas
importante que una misma, ha arribado. No porque se haya cargado por nueve
meses, no porque haya “dolido” como creen los ignorantes, al hijo tambien se le
aprende a querer, porque está ahí, porque depende de nosotros, porque es un ser
tan indefenso y vamos creciendo con él. No importa si salió de dentro de
nosotros o no.
Y como Yo quería una niña, mi
hijo se vistió de rosado casi tres meses.
Con mi segundo hijo, dos años
después, la cesárea era programada, lo último que recuerdo es a mi primogénito
yéndose con su abuela paterna, recuerdo que se me quebró el corazón, mientras
lo veia caminar y voltearse a decirme adiós, desde ese día ya no seríamos
nosotros dos, ni las atenciones serían para él.
Dos días después lo llevaron al
hospital, los ojos grandes que tiene, le brillaban y se reía, así como aún lo
hace hoy, quería ver a su manito…Era un día de la madre y hoy que recuerdo, no
me acordé de felicitar ese día a mi suegra, quien me enseñó la mitad de lo que
soy.
Mi segundo hijo aprendió a hablar
a los diez meses, a los once meses ya no tomaba pacha, ni usaba daiper. A los
once meses nació su hermanito, para su mala suerte con peso excesivamente bajo
y prematuro tres.
Asi es que mi segundo hijo, el
“sanduwich” por que le toca en medio, no solo sabía ir al baño, tomaba en vaso
y usaba calzoncito, si no que también ayudaba con su hermanito. Varias veces en
lo que Yo corría con la pacha (porque nunca les di pecho) él se las había
ingeniado, sacaba la pacha de la madrugada y se la metía al otro bichito, Yo lo
encontraba empinado metiéndole leche arruinada al otro…
Así es que de 23 años, Yo era
mamá de tres y jugaba con ellos, salíamos juntos a pasear, veíamos las mismas
series y las mismas caricaturas, me dieron batalla: Botaron la puerta de la
sala, cortaron el cable del TV mientras estaba encendido, me pintaron la ropa,
desarmaban todo…se hicieron adolescentes y veíamos las mismas series, las
mismas caricaturas, los mismos programas musicales, me contaban todo! Tanto que
a veces hablaban tanto que ya ni los escuchaba!
Yo crecí siendo mamá y es lo mas
grande que he hecho en la vida. Eduqué hijos para que fueran triunfadores:
Porque uno triunfa si es feliz. Todo lo demás es adicional. Y cuando se
empezaron a ir, como las arañitas de Charlotte, me fue quedando un hueco
grande.